jueves, 28 de mayo de 2015

BACHATEANDO




¿ QUÉ ES LA BACHATA?


La bachata es una música de guitarra popular que viene de la República Dominicana. Aunque la bachata está basada en el ritmo del bolero, los bachateros incluyeron tradicionalmente en sus repertorios otros tipos de música como el son, el merengue, el vals y la ranchera. La influencia de todos estos estilos, y particularmente la del merengue, puede sentirse en los ritmos, armonías y melodías de la bachata misma.
La música de guitarra siempre ha sido parte del paisaje musical Dominicano, pero la primera bachata reconocida como tal fue grabada en 1961 por José Manuel Calderón. La bachata de Calderón y sus contemporáneos era virtualmente idéntica al bolero de otros países Latinoamericanos como Puerto Rico y Ecuador. De hecho, muchas de las canciones que grabaron estos bachateros eran versiones de boleros anteriores, y la música era considerada por la sociedad en general de la misma forma que el bolero en toda América Latina – una música romántica, popular con amantes y cantantes de serenatas.
Sin embargo, a través del tiempo la bachata comenzó a ser asociada con otro mundo, el de la prostitución, pobreza y delincuencia. Las razones para esto son muchas y complejas e involucran los conflictos dentro de la sociedad dominicana, los cuales giran alrededor de la pobreza y riqueza, tradición y modernidad, así como auténtica mala fe por parte de otros elementos en la industria musical. El estigma contra la bachata era tan fuerte que solamente una de las estaciones de radio nacionales podía tocarla. Aunque esta situación era deplorable y extremadamente difícil para los músicos implicados, también ayudó a consolidar el género. Relegada al burdel y al barrio, la bachata comenzó a contar historias de ese mundo, las experiencias del amante de una prostituta, el muchacho pobre del campo que llega a la ciudad y es despojado, la apremiante situación del morador de barrio que vive sin luz o agua – todo repleto de argot y doble sentido. Desde más o menos 1970 hasta alrededor de 1990, la bachata era única, entre los géneros musicales latinoamericanos, en su expresión libre de la vida clandestina de una nación. Esta expresión libre provocó naturalmente e incluso más ferozmente el desprecio de la dominante corriente dominicana. Irónicamente fue la música de Blas Durán, el más despreciado de estos bachateros de cabaret y el maestro del doble sentido, la que marcó el final del aislamiento de la bachata cuando comenzó a hacer grabaciones con guitarra eléctrica en 1987.
Luego de la innovación de Durán, la popularidad de la bachata comenzó a elevarse tanto, que Anthony Santos y otros bachateros usaron el nuevo estilo para grabar canciones más aceptables y románticas. La influencia del merengue llegó a ser marcada en el ritmo y las líneas de guitarra de la música, y de hecho la bachata moderna se popularizó por primera vez por los merengues de los bachateros más que por sus bachatas. Varios músicos de clase media, especialmente Juan Luís Guerra, también experimentaron con la fórmula, y tuvieron tanto éxito que la música comenzó a ser aceptada por todos los sectores de la sociedad.

MAPA DE ORIENTACIÓN

LINEA DE TIEMPO




VIDA Y OBRA DE  PRINCE ROYCE Y ROMEO SANTOS





UBICACIÓN GEOGRÁFICA DEL ORIGEN DE LA BACHATA 




CÓMIC SOBRE LA BACHATA






LIBRO DE LA  BACHATA

Los libros, la bachata  e internet
Cuando el reclamo público por un defecto de responsabilidad social resulta tan obvio al contrastarlo con la realidad misma, parecería que las opiniones y el debate se acercan más a la pólvora para chimangos que a una opción concretable. Cinco millones de dólares (aunque en voz baja se habla de mayores erogaciones) se han destinado desde el erario público (también dicen que con ayuda privada) para financiar un espectáculo que puede ser maravilloso y extraordinario, pero que choca con otros gastos que deberían hacerse con mayor sentido de perdurabilidad y beneficio.
En la semana, atravesé las distancias y recurrí a la Biblioteca Pública General San Martín de la ciudad de Mendoza, que depende del Ministerio de Cultura de la Provincia. Iba con decidida búsqueda bibliográfica y me encontré con voluntad y predisposición muy diligentes y atentas. Las personas que debieron atenderme respondieron a mis demandas no solo con responsabilidad, sino que además se explayaron con un verdadero espíritu de aporte y colaboración. Además la iluminación, la amplitud de sus salas, el complemento de obras de arte allí expuestas y la perfecta higiene se transformaron en un valioso plus para la satisfacción integral de la tarea necesaria.
Pero, lamentablemente pronto descubrí que, cuando estuviere lejos de su seno, no iba a ser posible que efectuara consultas de referencias bibliográficas por internet ya que la Biblioteca General San Martín no posee un catálogo de consulta digital de libre acceso. Es más, no hay, no existe una página exclusiva que dé cuenta del fondo documental, servicios y actividades que allí se desarrollan. Solamente hay una pestaña doble en la página del Ministerio de Cultura (http://cultura.mendoza.gov.ar/) donde menciona su historia, las características que reúne la institución, sus horarios y la vital importancia que posee para los mendocinos todos, pero tristemente ninguna posibilidad de alcanzar al lector distante, por lo menos, información básica vinculada con la esencia y virtud de una biblioteca: su material en libros, revistas y documentos.

Merced al avance y consolidación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación muchas instituciones —no solo las culturales— aprovechan esas herramientas digitales que economizan esfuerzos y recursos. En efecto, la alternativa de conocer la existencia y la localización sobre tal o cual material implica una cadena de gestiones ahorradas —no solo para el requirente sino también para la institución demandada— que conllevan ahorro de recursos, tiempo y energía laboral, dato que lamentablemente con mucha frecuencia al funcionario miope se le escapa.
Muchas son las bibliotecas que han instalado ya en la red de sistemas informáticos páginas web donde es posible consultar fichas y catálogos; e inclusive las hay ofreciendo el material digitalizado, esto es, el acceso directo al texto o imagen requeridos para poder ser leído, visto en la propia pantalla, esté el lector en cualquier punto del planeta. Sin ir más lejos y para citar solamente algunos ejemplos, en nuestra provincia disponemos de la útil página ofrecida por laUniversidad Nacional de Cuyo(http://bdigital.uncu.edu.ar/), quienes trabajan en educación suelen frecuentar la página ofrecida por la Biblioteca Nacional del Maestro (http://www.bnm.me.gov.ar/e-recursos/). Podría discutirse esta exposición, recurriendo al argumento de que ello es posible porque los ejemplos mencionados tienen niveles y/o presupuestos de mayor magnitud, pero la realidad muestra la digitalización de los catálogos en instituciones del mismo nivel provincial (Salta que reúne en una página el fondo de sus bibliotecas: http://biblioprovincial.no-ip.biz/catalogo/opac_css/); de nivel municipal (en Rosario la Biblioteca Argentina Dr. Juan Álvarez: http://www.biblioargentina.gob.ar/buscador/index.html), inclusive las bibliotecas públicas que dependen de comisiones de padres, vecinos, centros culturales y son nucleadas por la CONABIP[i], que si bien gozan de esa cobertura desde la misma entidad ofrecen páginas con posibilidad de interacción (p. ej. La Biblioteca Popular de Paraná — http://www.bibliotecaparana.org.ar/ — o laBiblioteca Popular Bica de Santa Fe —http://www.bibliotecabica.org.ar/—).
El defecto estructural que aquí denunciamos no es una queja sobre un tema coyuntural y que podría implicar un descuido o una negligencia de algún responsable temporario como nuestros funcionarios políticos. Es mucho más grave porque no es el resultado de un accidente, una fatalidad, un imponderable, que suelen ser los mejores abogados en los alegatos culposos, sino que es una omisión prolongada y silenciosa, una señal del abandono y la negligencia, una prueba de la impertinencia y la ligereza que durante años y a través de diferentes gestiones de colores distintos y variados se ha mantenido de modo irresoluto.
No es meramente anecdótico que la primera imagen que aparece en la página web del Ministerio de Cultura sea la del cantante Romeo Santos.

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